domingo, 18 de mayo de 2008

De la comodidad de las cómodas III

En esta entrega voy a contar un poco el trabajo de “lavado” del mueble. Este término designa la tarea de dejar la madera libre de lacas, barnices, ceras y de la suciedad, sobre todo, que suele fijarse en las superficies enceradas.
Para limpiar cada rincón y cada estría de las molduras uso herramientitas especiales, que yo mismo fabrico con trozos de hojas de sierra rotas, a las que les doy forma y afilo en la piedra. Acá pueden verse algunas de esas hojitas.

Con mucha paciencia se rasquetean las molduras hasta dejarlas con la madera al aire. Este proceso generalmente hace que la madera se aclare bastante, ya que con el paso de los años algunas maderas tienden a oscurecerse, además de que originariamente se les había dado una terminación oscura.
Como en algunos casos faltaban trozos de moldura, los tuve que hacer de nuevo. Esto se puede lograr de varias maneras, pero acá sólo voy a ilustrar el trabajo que se hace con las herramientas de mano: formones, gubias y cepillos.

Aunque en la foto puede no quedar claro, estoy tallando una moldura curva a partir de la punta de un trozo de madera. Generalmente se hace así, por mayor facilidad para sujetar la pieza. Al terminar de darla le forma se la separa del resto con la sierra.



Cuando la moldura está lista, se la debe encolar sujetándola con una prensa especial (prensa de cantos), como se puede ver en la foto.






Otra de las tareas que van quedando es la de hacer nuevamente las uniones que se habían roto. En algunos casos, como ya mostré en otras entregas, se ha rehecho una espiga, pero en este caso he preferido reemplazar las uniones de caja-espiga, por uniones entarugadas. Para eso debí sacar los restos de espigas de las cajas, rellenarlas y luego hacer las uniones con tarugos. En las fotos se ven los dos pasos: el relleno y el terminado, listo para entarugar.




En las próximas entregas mostraré ya los pasos más interesantes del proceso: el armado y el acabado del mueble.