lunes, 2 de marzo de 2009

Molduras con abolengo

Una de mis actividades, un tanto extraña, es la de hacer molduras. Las hago para mis restauraciones y para algunos clientes que, a su vez, son también restauradores, pero que encuentran más cómodo encargarme las molduras que ponerse a hacerlas.
En los muebles antiguos, lo más probable es que algunas molduras hayan desaparecido o estén muy deterioradas. Una de las técnicas que se usan es la de reemplazarlas todas. Se va a una casa especializada, se compran varias tiras de molduras, más o menos parecidas a las deterioradas y se procede a reemplazar las que había por las nuevas. Es un método práctico, pero no siempre se puede aplicar.
Muchos años atrás, las molduras se hacían artesanalmente, usando cepillos con forma, de los que muestro algunos en la foto.
Después se usaba una máquina fija llamada tupí, como la que se ve, consistente en una hoja con forma que giraba horizontalmente a gran velocidad. Esa velocidad hace que el carpintero no vea la hoja, sino sólo como va desapareciendo la madera.
 Generalmente, los carpinteros nos cortábamos los dedos con esa máquina y no con la sierra, como habitualmente se cree. (Yo, para hacerme el original, me corté dos falanges con la sierra).
En la actualidad, la máquina que se usa para moldurar es una fresadora portátil, con distintas fresas con forma, como se muestra.
Como se ve, cada vez dependemos más de lo que ya viene hecho, en lugar de poder hacer molduras libremente. Nos queda la posibilidad de ir combinando las distintas fresas, para lograr curvas complejas, pero ya no podemos hacer con nuestras propias manos una fresa de una forma determinada, como hacíamos con el tupí.
Cuando se trabaja, la decisión sobre qué hacer la tomó el que hizo el mueble. A nosotros, los restauradores, sólo nos queda elegir el medio más idóneo para poder imitar el trabajo original.
Generalmente se usa un trozo de madera mucho más grande, como para tener una buena base para sostenerla con las manos o sujetarla al banco. Una vez terminada la moldura, se pasa por la sierra y se recorta del trozo mayor.
Normalmente, cuando tengo que imitar una determinada moldura comienzo por hacer una copia del perfil, en madera terciada. Ella me va a servir de guía en las etapas siguientes.
Uso las herramientas que más pueden aproximarse a las formas deseadas, pero hay mucho de trabajo con herramientas manuales y de afinamiento de la forma deseada con papel de lija, siempre teniendo el papel apoyado sobre un taquito de madera, que en muchos casos puede ser cóncavo o convexo, para poder seguir el perfil de la moldura.
La moldura siempre se hace más larga de lo necesario, porque el restaurador tiene que poder trabajar cómodo a la hora de cortar el trozo necesario, porque tengo que poder sostener el trozo de madera con comodidad al pasarlo por las máquinas y porque generalmente en las puntas hay errores que conviene eliminar.
Ahora, ya que han tenido la gentileza y la paciencia de leer hasta aquí, les cuento el chusmerío cholulo de la semana: ¿a qué no adivinan para dónde son las molduritas en escalera de la última foto? Son para restaurar la cama de soltera de Felicitas Guerrero, la mujer más bella de la Argentina (¡Sí, la del libro! ¡Sí, la de la película que se va a estrenar pronto!) En realidad, la cama originariamente era de su padre y lleva sus iniciales.
Si quieren más chusmeríos y tienen ganas de pasear, lléguense hasta la localidad de Domselaar, saliendo de Baires hacia el sur por Pavón y visiten el castillo de la familia. Allí, Josette, una descendiente de aquella familia les dará las explicaciones y tendrán ocasión de ver muchas antigüedades exquisitas.

sábado, 13 de septiembre de 2008

De la comodidad de las cómodas V

Para desmentir el dicho "El Diablo hace la olla, pero no la tapa", he comenzado a hacer la tapa de la cómoda. Originariamente era de mármol rosa, pero... se partió, como puntualmente suelen hacer todas las tapas, mesadas, escalones, etc. de mármol. Como casi ya no se usa el mármol, se la podría reempazar con una tapa de Piedra de Salto, que también es rosa, pero mucho más resistente. Afortunadamente, mi clienta decidió hacerme hacer una tapa de madera, que es lo que quiero mostrar en esta entrada.

Elegí usar madera de cedro, de una pulgada de espesor. Se comienza por cortar y machihembrar las tablas, para después encolarlas, como se puede ver en la foto.

Hay que tener la precaución de colocar las tablas con las vetas intercaladas, es decir que si la primera tiene la veta hacia abajo, la segunda debe colocarse con la veta hacia arriba y así el resto, para evitar que el panel se deforme.

Luego viene el trabajo de colocar las cantoneras, que son maderas que se ponen en los extremos, perpendicularmente al machimbre.
Como se ve en la foto, en este caso se hace un machihembre "en cola de pato", es decir que las caras no son paralelas entre sí. Eso hace que la unión sea mucho más resistente.

Antes de poner las cantoneras, hay que asegurarse de que el tablero esté realmente a escuadra y para eso es preferible usar la trigonometría, ya que una escuadra de carpintero es chica para dar una medida precisa. (El que se rompió bien el mate fué Pitágoras, los que venimos detrás de él, vamos en coche).
Acá está la foto de la tapa terminada. Como puede verse, las puntas de las tablas machiembradas
 van trabadas por dos cabeceros, también machiembrados a cola de pato. Eso hace que casi no se vean las "testas", es decir las puntas de las tablas, que siempre son porosas, en comparación con las caras y los cantos, que siguen las vetas de la madera.
La última foto es un detalle de las curvas molduradas.
Les debo la foto final del mueble, ya armado y en funcionamiento.
En la próxima entrega posiblemente muestre el proceso de restauración de un par de asientos, silla y taburete, que eran muy populares en los dormitorios hace medio siglo atrás.
 

miércoles, 2 de julio de 2008

De la comodidad de las cómodas IV

Ahora es el momento de comenzar a ver, realmente, los cambios en el mueble, comenzando por el hecho de que se empieza a armar nuevamente, ya que las reparaciones y el lavado exigían que previamente se lo tuviera que desarmar íntegramente.

Como se puede ver en la imagen, la cómoda estaba reducida a un grupo de maderas desmanteladas.

Se comienza por encolar las partes en un cierto orden, como para que esté armado el cuerpo del mueble. Luego se instalan las correderas metálicas y finalmente los cajones.

Hay que comprobar que todo funcione y luego, volver a quitar los cajones y comenzar con el proceso de terminación, que en este caso es un laqueado.

Una vez terminado el laqueado, se puede volver a armar el mueble.


Acá se puede ver el nuevo sistema de cajones que hacen a la cómoda más fácil de utilizar.

domingo, 18 de mayo de 2008

De la comodidad de las cómodas III

En esta entrega voy a contar un poco el trabajo de “lavado” del mueble. Este término designa la tarea de dejar la madera libre de lacas, barnices, ceras y de la suciedad, sobre todo, que suele fijarse en las superficies enceradas.
Para limpiar cada rincón y cada estría de las molduras uso herramientitas especiales, que yo mismo fabrico con trozos de hojas de sierra rotas, a las que les doy forma y afilo en la piedra. Acá pueden verse algunas de esas hojitas.

Con mucha paciencia se rasquetean las molduras hasta dejarlas con la madera al aire. Este proceso generalmente hace que la madera se aclare bastante, ya que con el paso de los años algunas maderas tienden a oscurecerse, además de que originariamente se les había dado una terminación oscura.
Como en algunos casos faltaban trozos de moldura, los tuve que hacer de nuevo. Esto se puede lograr de varias maneras, pero acá sólo voy a ilustrar el trabajo que se hace con las herramientas de mano: formones, gubias y cepillos.

Aunque en la foto puede no quedar claro, estoy tallando una moldura curva a partir de la punta de un trozo de madera. Generalmente se hace así, por mayor facilidad para sujetar la pieza. Al terminar de darla le forma se la separa del resto con la sierra.



Cuando la moldura está lista, se la debe encolar sujetándola con una prensa especial (prensa de cantos), como se puede ver en la foto.






Otra de las tareas que van quedando es la de hacer nuevamente las uniones que se habían roto. En algunos casos, como ya mostré en otras entregas, se ha rehecho una espiga, pero en este caso he preferido reemplazar las uniones de caja-espiga, por uniones entarugadas. Para eso debí sacar los restos de espigas de las cajas, rellenarlas y luego hacer las uniones con tarugos. En las fotos se ven los dos pasos: el relleno y el terminado, listo para entarugar.




En las próximas entregas mostraré ya los pasos más interesantes del proceso: el armado y el acabado del mueble.











jueves, 1 de mayo de 2008

De la comodidad de las cómodas II

En el post anterior terminaba hablando de los cajones de la cómoda. Me doy cuenta de que no hablé de su tamaño, que es enorme. Su espacio interno es de 1,14 por 0,50 y 0,15 de altura. Una relación tal entre frente y profundidad hace que sea muy probable que el cajón entre o salga torcido, lo que aumenta el desgaste sobre las correderas laterales. Esto se solucionará con las correderas a bolillas, pero para eso debo primero angostar los cajones en 12 mm de cada lado.
Como se ve en las fotos, las uniones están hechas "a cola de pato", tanto en el frente como en el fondo. Es la unión más resistente que existe, pero me complica un poco porque tengo que profundizar las cajas del frente del cajón. Las del fondo no son tan problemáticas, porque se pueden hacer a serrucho, mientras que las del frente sólo admiten formón y maceta.
Cuando se construyó el mueble, la madera estaba estacionada, lo que es muy bueno. Ahora la madera más que estacionada está envejecida y reseca, lo que hace que haya que tener mucho cuidado con los golpes del formón, porque se puede llegar a rajar o a astillar con mucha facilidad. Es decir que tengo que hacer la tarea con mucha paciencia.
Una vez profundizadas las uniones, aprovecho que el cajón está desarmado para lijar las superficies interiores y vuelvo a encolar el conjunto. Si hay alguna otra parte que deba encolarse, también lo hago.
En el caso de este cajón, tenía una rotura en el fondo, por lo que debo repararla. Para hacerlo usaré un trozo del viejo piso. Se rectifica el corte del fondo, se corta una pieza para rellenarlo y se unen. Así, reforzaré la unión insertandole una lengüeta de madera terciada, como se puede ver en las fotos. Una vez fraguada la cola, se acaba emparejando todo con el cepillo y terminándolo con lija.

martes, 29 de abril de 2008

De la comodidad de las cómodas


Tengo entre manos un hermoso trabajo de restauración. Hermoso por la tarea en sí y porque me permite, además, mostrar varias de las cosas que se hacen en mi labor.

A primer golpe de ojo, pareciera que esta cómoda sólo sirve para hacer con ella un asado, pero las apariencias engañan. Este mueble sólo está gastado y desencolado, con algunas piezas comidas por la polilla, pero es perfectamente recuperable y no sólo para ser visto sino que tiene muchos años de uso por delante, cuando termine con él.

Acá conviene añadir que es mi filosofía, que intento inculcar a mis clientes, que en el caso de una cómoda, si se la va a destinar a su uso específico, conviene "aggiornarla".

Los muebles que tienen cajones tienden a sufrir desperfectos en ellos, por el desgaste causado por el uso. Antiguamente, en un mueble bien hecho se preveía este desgaste y tanto los bordes inferiores de los cajones como las correderas se hacían de manera tal que fuesen fácilmente reemplazables. Así se construyó esta cómoda, por ejemplo.

El problema es que somos seres humanos y nunca se repararon las correderas, por lo que el desgaste siguió por los laterales de los cajones y en algún caso terminó por romper la corredera desgastada. En la actualidad ese inconveniente se soluciona poniéndoles a los muebles correderas metálicas, con rodamientos.

En este caso, voy a reemplazar las antiguas correderas de madera por este tipo de corredera metálica, con una variante: como los cajones tienen el ancho de la abertura, no hay lugar para las nuevas correderas, por lo que deberemos angostar la caja de los cajones, dejando intacto el frente.

Un segundo problema se dió con la base de la cómoda. Allí el distinguido colega que construyó el mueble usó dos tacos de madera de pino, como relleno para la forma de la base, que es de cedro.

Ahora bien, el cedro parece repeler a las polillas mientras que el pino las atrae, por lo que en uno de los laterales se lo comieron. Eso no sería grave pero es el caso que las patas de la cómoda sostienen todo el mueble precisamente en esos tacos por lo que, al ceder el pino, todo el mueble se movió, lo que debe haber hecho que los cajones empezaran a cerrar mal y todas las uniones se vieran sometidas a una fuerza para la que no habían sido calculadas. Si le añadimos que la unión de la parte horizontal inferior del marco con la parte vertical es parte de esta madera de pino, veremos que esa unión se aflojó, agravando los problemas de ajuste de las partes.

Una de las primeras cosas que he hecho ha sido quitar la madera apolillada y reemplazarla por un nuevo trozo, también de pino, ya que en la actualidad hay menos polillas, son más fácilmente extreminables y, si la base dura el mismo tiempo que duró la anterior, tenemos para 50 años más.

Mañana voy a comenzar con los cajones que, como se puede ver en las fotos, están desfondados en su mayoría. La causa es que, cuando se terminaron de gastar los patines, se siguió gastando la moldura que sostenía los fondos, por lo que estos terminaron de caer por su peso y el de las cosas puestas en ellos.